jueves, 9 de febrero de 2012

¡Que Historias!

Para mi abuelo, el decir mentiras era una profesión que ejercía con toda la disciplina del caso. Disciplina conveniente, pues lo mantenía con una lucidez impecable. Cada vez que nos sentábamos a ver televisión, en el único televisor de la casa, y aparecía un rockero o un hippie con el cabello largo y desordenado, él empezaba a contar sus historias juveniles y aseguraba haber sido como los “mechudos” que aparecían en la T.V.
No pagaba impuesto predial, pues según el cada vez que llegaba a pagarlo le decían “no Ángel, como le vamos a recibir la plata, tranquilo, usted es amigo de nosotros no se preocupe”… Inclusive llegué a sospechar que mi abuelo era el mejor amigo de Medellín, pues no le cobraban impuestos. Fue el único en la ciudad que en los años noventa conoció a Michael Jackson, en persona y además, como para rematar, era amigo de todos los ladrones. Cada vez que le “robaban” el dinero y las joyas, llegaba cabizbajo y enmudecido, pero a los ocho días entraba a la casa sonriente y alegre con los anillos y el reloj, pues según él, el ladrón se había enterado quién era Ángel Cruz y lo había buscado para entregárselos.
Era mi héroe, la máxima expresión de valentía que había conocido. ¡Qué cuento de Supermán o Batman! Para mí, mi abuelo.
Johaansson Cruz Lopera, El Pequeño Periódico, Nº 69, Medellín – Colombia, abril 2005.

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